Este relato es posterior a la Batalla de Ido y consecuencia de la misma.
La patrulla avanzaba con cautela, buscaban huellas de unos bandidos que merodeaban por la zona. Llevaban ya varios días tras ellos. Pero estos resultaron ser especialmente escurridizos y la búsqueda resultó infructuosa y frustrante. Tal vez al día siguiente tuvieran éxito.
Hacía frío y además ya estaba anocheciendo y los jinetes estaban deseando volver. Se detuvieron en una pequeña colina antes de regresar, ateridos de frío y agotados, otearon el paisaje por última vez. El líder del pequeño grupo se disponía a dar la orden de regreso cuando uno de ellos avistó una figura entre unos arces.
Era un hombre, lo encontraron vagando sin rumbo. Avanzaba dando tumbos visiblemente desorientado. Su estado era lamentable, estaba en los huesos, magullado y herido. Su ropa casi completamente llena de mugre, tanto, que apenas se distinguía el color original. Les costó reconocerlo debido a su estado. Era kaoru, uno de los monjes que acompañó a Shigemori a Ido. Construyeron una camilla con ramas y la ataron a uno de los caballos para poder transportarlo. Ya que no era capaz de montar. A pesar del estado en que lo hallaron, las peores heridas no parecían ser las físicas. Murmuraba sin cesar un torrente de sonidos ininteligibles y su mirada era, ora vacía, ora ida. Sin embargo, se dejó hacer, como si supiera que estaba entre amigos.
Esa noche la pasaron en Sawara. El señor Hiroshi les dio hospitalidad y Kaoru recibió los primeros cuidados en mucho tiempo. Hablaron con el señor Hiroshi sobre los bandidos, compartieron noticias, unas buenas otras funestas. Al alba partieron.
Tardaron dos días más en volver al monasterio. Nada más llegar lo llevaron a su celda y lo dejaron al cuidado de Nanami, una de las Ama Kihei que era, además, una hábil sanadora.
Al principio comía muy poco y dormía entre gritos. Solía despertar varias veces gritando y Nanami, en todas las ocasiones, lo acunaba hasta que se tranquilizaba, a veces durante horas, mientras recitaba mantras contra los demonios interiores.
Los días se sucedían y Kaoru no hablaba, tan sólo emitía murmullos ininteligibles entre los que, de vez en cuando, se distinguía alguna que otra palabra. Él se dejaba hacer por Nanami, Ella se ocupó diligentemente de sus heridas físicas, y sin advertirlo, de sus heridas psíquicas. Con el paso del tiempo fue respondiendo a los cuidados de la joven. Poco a poco fue ingiriendo más alimentos. Comenzó a salir de la celda. Al principio se quedaba en la misma puerta un rato, como si no se atreviera a salir por temor a algo, y volvía adentro. Con el tiempo los murmullos cesaron y el silencio acompañaba a Kaoru. Comenzó a hacer paseos, al principio por el interior del monasterio, observaba a sus hermanos en sus quehaceres y les ofrecía su silenciosa ayuda. Los paseos se fueron haciendo cada vez mas largos. La montaña le llamaba. Por la tarde se encaminaba hacia la cima y se sentaba a meditar durante horas. En ocasiones, Nanami o alguno de los monjes tenían que ir a buscarlo. Kaoru se dejaba llevar sin oponer resistencia.
Un buen día, varias semanas después de que lo encontraran habló. Nanami estaba lavándolo cuando Kaoru la miró a los ojos y dijo -"Gracias"
En cuanto el abad lo supo fue a verle. Pero Kaoru ya no habló más ese día. Al día siguiente, sin embargo, Kaoru pidió papel y tinta. Nanami informó al abad y rápidamente se le proporcionó lo que pedía. Pero Kaoru no se movió ni interrumpió su meditación cuando se lo trajeron. Tan sólo hizo un levísimo movimiento de agradecimiento con la cabeza.
Al amanecer siguiente Nanami entró en la celda con una bandeja de comida y encontró a Kaoru acurrucado en el suelo temblando. Dejó la comida a un lado y se acercó rápidamente a él. Balbuceaba aterrorizado como cuando lo encontraron. Nanami reparó entonces en que había algo escrito en la mesa.
-"Yo estuve allí. Yo los vi caminar"
¿Qué vio para quedar en ese estado con sólo escribirlo?
Esa noche Kaoru no durmió, salió a media noche a la montaña a meditar. Nanami salió con él y se sentó a su lado.
Una fresca mañana Kaoru despertó antes del alba, aún era de noche y se percató de que Nanami no estaba en su lecho.Salió al patio y la vio ejercitándose. Algo despertó en su interior al verla. Una leve sonrisa apareció en su rostro y caminó para unirse a ella en su entrenamiento matutino.
Al alba la campana del monasterio llamó a los monjes a sus rutinas diarias. El primer monje que salió al patio en pos de sus quehaceres diarios vio con sorpresa a Kaoru y Nanami.Tras un momento de duda se unió a los ejercicios matinales. Cada monje que salía al patio y veía a Kaoru y sus hermanos se unía sin dudarlo hasta que casi todo el mundo en el monasterio se reunió en el patio. Todos ellos en un respetuoso silencio.
En cuanto de avisaron, Makoto Seita salió al patio y se unió a sus hermanos con visible satisfacción. Ese día, un hermano había regresado de entre los muertos.
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