Pues hace un tiempo, encontré a este animalico en una caja olvidado de mi mente enjambre. Estaba en su mayor parte desmontado, y a pesar de estar pintado, no tenía picada la pintura. Un milagro vamos. El caso es que me dio pena que una miniatura tan chula hubiera acabado así. Así que la cogí, le limpié los restos de pegamento y me puse a la odiosa y desagradable tarea de taladrar y anclar todas las piezas.
En este punto ya no me gustaba la miniatura, se había convertido por arte de magia y de unos dedos torpes en una pesadilla con olor a cianocrilato y viruta de metal. Las piezas tendían a caerse continuamente, y de nuevo tocaba limpieza y pegado. La impaciencia y querer hacerlo todo en una sola sesión no ayudó a la tarea.
De todas formas......¡Como odio montar miniaturas!
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