Nos encontramos en una isla, una isla que no sale en los mapas, bueno, solo en algunos. Casi desconocida. Una isla habitada por piratas wako, la mayoría habitantes de Hymukai, aunque últimamente, se ven grupos de gente de Katai buscando nuevas oportunidades y alguno que otro más exótico. Los que la habitan la llaman Ha no shima, la Isla de los dientes. La llaman así porque está prácticamente rodeada de peligrosos bajíos, rocas puntiagudas y más de un infeliz se ha estrellado y muerto en sus costas. No es muy grande, unos pocos kilómetros de ancho y alguno menos de ancho, le dan una forma alargada, orientada más o menos Este- Oeste y bastante al Norte, los inviernos son fríos y los veranos más bien cortos.
Varios wako conversan mientras beben sake en una taberna, ni muy oscura, ni muy lóbrega, como podrían pensar las personas de bien. Al fin y al cabo, están en su base, que se supone un lugar seguro, tan seguro como puede serlo un nido de piratas, pero seguro de todas formas.
La conversación, tras abordar varios temas habituales como pueden ser, las mujeres, los barcos, la calidad de la bebida y los próximos asaltos, se ha ido acercando hacia lo que todos desean hablar. Pero ninguno quiere ser el primero en sacar el tema a colación, por no parecer nervioso ni temeroso: los extranjeros.
Uno de ellos dice, cansado de esperar a que algún otro comience con el tema que todos desean.
"Dicen que vienen a comerciar, pero van armados hasta los dientes. Dicen que vienen en son de paz, pero ya se oyen rumores sobre ellos que insinúan que sus intenciones son bien distintas."
Un coro de murmullos se alzan en la mesa a raíz de este comentario mientras las gargantas vacían los platillos de sake.
"He oído"-dice otro, animado por no ser el primero en comenzar-"que los codiciosos kuge de la corte les han dado un puerto franco donde poder comerciar con ellos. Mal asunto si esos traicioneros hijos de una rata andan metidos"
Más murmullos de desaprobación y maldiciones hacia los kuge se oyen entre los que están alrededor de la mesa. El sake vuelve a fluir con destino a la panza de los parroquianos y algunos piratas más se unen a la conversación.
"Dicen que la mayoría de los que se cuenta de ellos son rumores infundados, se dice que adoran a un sólo dios y que son guerreros muy duros, que sólo quieren nuestro oro y nuestras tierras, pero yo creo que son verdad, ¿Si no a qué han venido?¿Eh? Yo digo que si el río suena es que agua lleva. Eso es lo que digo yo."
Los murmullos se elevan de tono, los piratas asienten con aprobación, más maldiciones se escuchan en la mesa y más sake es engullido. Las botellas se vacían y las afanosas camareras traen más rondas para que las resecas gargantas no las hagan el centro de sus protestas.
"Que digan de ellos lo que quieran"-dice un tercero-"Nosotros no nos fiamos de nadie, y menos de unos apestosos y piojosos extranjeros." Dice un pirata apestoso y posiblemente piojoso, rodeado de no menos apestosos y posiblemente piojosos piratas.
El tono de las respuestas sube,los gritos y maldiciones se extienden por la taberna, los platillos de sake suben y bajan sin freno y las risas y bravuconadas se suceden. Incluso un parroquiano acaba en el suelo, seguramente por el sake, aunque él lo negará siempre.
"Que se cuiden de nosotros porque estamos al acecho, en cuanto se quieran dar cuenta, caeremos sobre ellos y los degollaremos."
Y un coro de risas y gritos de aprobación y aún más y más grandes bravuconadas se escuchan en el garito.
La taberna tiembla mientras continúan vaciando botellas de sake sin freno ni medida.
P.D. Las imágenes pertenecen al cómic Las espadas del fin del mundo de Ángel Miranda y las ilustraciones son de Juan aguilera.